“El olvido está lleno de memoria” (Mario
Benedetti)
Tódorov y Reyes Mate coincidieron por casualidad
en Chile. Ambos visitaron el país para conversar y debatir en torno a la
memoria y sus desafíos. No coincidieron en los espacios del debate, pero
ambos concitaron gran interés y asistencia de público, especialmente jóvenes y
de quienes sufrieron la represión. Además, expresaron opiniones que
alientan los debates acerca del sentido de la memoria.
En noviembre del 2012, coincidieron sin querer,
en Chile el lingüista, filósofo, historiador, crítico literario Tzvetan
Tódorov y el periodista y filósofo español, Manuel Reyes Mate, más conocido
como Reyes Mate.
Reyes Mate ha publicado “La razón de los
vencidos”, “Memoria de Auschwitz, actualidad moral y política” y “La
herencia del olvido”, entre sus obras más reconocida. Podríamos afirmar que es
un cultor de la memoria.
Reyes Mate visitó Chile en el marco del IV
Congreso Iberoamericano de Filosofía y nos dejo un par de sentencias claras y
debatibles en el campo de la memoria, la primera de ella, para avanzar en
justicia y en sociedades reconciliadas, simplemente “La memoria abre heridas
pero es necesaria”, interesante frase sobre todo sabiendo que viene de un
español, país en el cual han tenido lugar procesos sociales complejos a lo
largo de su historia: víctimas del franquismo, la guerra civil y las acciones
de la ETA.
Y el español sigue profundizando respecto a la
memoria y a la reconciliación, “la memoria es sólo el inicio de un proceso que
tiene que acabar en la reconciliación. La memoria no sana nada, no es la
respuesta definitiva a nada” y por tanto, “la reconciliación supone un
reconocimiento de toda la sociedad, de la culpa. Los pasos son: memoria,
reconocimiento de la culpa, arrepentimiento, solicitud del perdón y, el punto
último, recuperación para la sociedad de la víctima y del victimario”.
No es menor este circuito de etapas en sociedad
europeas que han sido asoladas por dos grandes guerras mundiales y por otros
conflictos de baja intensidad. Pero también advierte que es peligroso “que el
cultivo de la memoria es importante siempre que se escape de los más lejos
posible de la museización”, pues la memoria es mucho más, es la piedra angular
sobre la que se construye el presente, y el peligro del museo o de cualquier monumento
es el historicismo, es decir, dejarlo como un suceso del pasado.
Tzvetan Tódorov, el humanista radical invitado
por la Universidad Diego Portales y el Museo de la Memoria y los
Derechos Humanos estuvo en Chile. Podríamos describir su visita como un
gran privilegio para quienes pudieron escucharlo y compartir algunas palabras
con él.
Todorov es un pensador interdisciplinar que se
mueve al margen de los rígidos criterios de las especialidades. Estudia los
mecanismos de la memoria y el olvido desde la observación del totalitarismo
como trama de la lucha por el dominio sobre el otro. Pero como señalan diversos
críticos, lo primero que hay que valorar en su planteamiento es su concepción
de que el bien y el mal están en nosotros, en nuestro interior.
Expresa en una nota de prensa, “el mal y el bien
radicales son escasos, la humanidad no se hunde por la falta de actos heroicos,
sino por el olvido de actos mucho más elementales de ayuda”
Seguramente lo anterior tiene relación con que el
ser humano no vive aislado, es antes que nada un ser social que vive en
interacción con sus iguales y que además es formado por esta interacción. Por
tanto, los valores superiores de una sociedad son también los valores sociales,
y no estrictamente económicos. La economía debe subordinarse al bienestar y no
al revés.
En ese sentido no cabe duda que critica la base
de la diferencia entre héroes/víctimas por un lado y verdugos por otro. Porque
las víctimas pueden convertirse en verdugos, como nos ha enseñado la historia
muchas veces. Desde esa afirmación Todorov intenta observar la condición de
posibilidad desde donde opera el mal, que está lejos de significar un campo
difuso para las responsabilidades.
Advierte que si queremos luchar contra el mal
deben asumirse las circunstancias que posibilitan que emerja. Y es ahí donde el
filósofo sitúa la importancia de la memoria como lucha contra el mal. Pero no se trata de hacer la construcción de la
memoria común en base a relativizaciones. “Lo suyo es más un llamado a no
olvidar que el mal no es una instancia metafísica, sino una práctica humana que
produce sistemáticamente dolor, sufrimiento e infelicidad en los otros”. Y es
ahí donde radica el ejercicio de la memoria como campo de disputa.
En Chile como experiencia, como en la de muchas
otras sociedades se da lo que el filósofo nombra como la polarización entre el
olvido y la justicia. La justicia reparadora es en la que los verdugos deben
responder públicamente por lo que han hecho frente a sus víctimas y la sociedad
de la que forman parte. En la construcción de la memoria no hay castigo, ni
ajuste de cuentas, simplemente hay reconocimiento del mal y de sus
responsables.
Rescatamos otra cita “la memoria en sí misma, la
evocación del pasado, no es ni buena ni mala, todo depende del propósito que
perseguimos con esa evocación. Cuando la memoria se aprovecha para la venganza,
la autoproclamación, la obtención de privilegios, se puede hablar de abusos.
Cuando se logra poner al servicio de la verdad y la justicia, el abuso
desaparece”.
Todorov insiste en que no hay que olvidar y hay
que delimitar responsabilidades a pesar que son las circunstancias las que
producen el mal. Por tanto como expresa claramente en su obra Los abusos de la
memoria, “la recuperación del pasado es indispensable; lo cual no significa que
el pasado deba regir el presente, sino que, al contrario, éste hará del pasado
el uso que prefiera. Sería de una ilimitada crueldad recordarle continuamente a
alguien los sucesos más dolorosos de su vida; también existe el derecho al
olvido”.
Por tanto debemos ser cuidadosos con la
utilización del momento y del acto de recordar, pues es una navegación que
busca esquivar dos escollos, con el riesgo permanente de ir muy lejos en una u
otra dirección. Se han cometido muchos crímenes en nombre de la memoria o del
pasado. Por ello, no existe un “deber de la memoria”. Por el contrario, en
tanto ciudadanos de una democracia, tenemos un deber de verdad y un deber de justicia.
Esos principios rectores nos deben guiar.
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