“El trabajador social que ha perdido la capacidad de indignación y de rebeldía ante los problemas y las injusticias que padecen los sectores vulnerables, está más cerca de la esterilidad y de la enajenación que del desempeño profesional” (Alayon, 1989:12).
La reconceptualización del trabajo social es el proceso de auto-reflexión que se da en el ámbito profesional aproximadamente entre los años 1965 a 1975, en el marco de la evolución histórica del trabajo social en América Latina, proceso sólo interrumpido por los violentos golpes de Estado y las graduales Dictaduras Militares. La reconceptualización intenta dar una mirada de carácter científico al Trabajo Social, se fortalece el estudio de la realidad social y los fenómenos sociales para, proactivamente, desarrollar y facilitar en los sujetos motivaciones para el cambio consciente de sus realidades.
La reorientación es un movimiento Reformista, que se comienza a dar en Servicio Social a partir del año 1968. Tiene como finalidad cuestionar el Servicio Social Tradicional, en lo que dice relación a objetivos, funciones, formación profesional, orientación de la carrera y construir a partir de esta crítica, un Servicio Social de acuerdo a los requerimientos de América Latina (Agurto, Cabrera, García, Ortiz y Rivas, 1970: 37).
Para ahondar las miradas que existieron y coexistieron al menos en las tres grandes Universidades de Chile, respecto al proceso de reconceptualización, destacamos lo siguiente:
La Escuela de la Universidad Católica, conforme a la política del MAPU que sostiene la necesidad de repensar la realidad chilena para elaborar propuestas que reflejen las nuevas condiciones nacionales y de participación del movimiento popular, centra su reflexión en el quehacer académico y genera dos potentes aportes que recorren el continente y forman parte de los anales del movimiento: un modelo de metodología integrada o método único del Trabajo Social, y los talleres como técnica didáctica privilegiada para la formación de trabajadores sociales.
La Escuela de la Universidad de Concepción –situada 500 kilómetros al sur de Santiago, en una región industrial y minera- combina una reflexión teórica con un trabajo de base con los movimientos sociales emergentes, en especial los campesinos sin tierra y los trabajadores urbanos sin casa, en los que centra su trabajo el MIR, con aportes acerca del ser y el quehacer del Trabajo Social.
El proceso de la Escuela de la Universidad de Chile fue impulsado por el movimiento estudiantil que, a diferencia de la Católica y Concepción, debió enfrentar una planta docente profesional mayoritariamente adscripta al statu quo. Sólo a partir de 1968, tras conquistar la dirección de la escuela en elecciones democráticas, impulsa un modelo con fuerte énfasis en el trabajo comunitario y compromiso con los sectores populares, pero con una mirada y una reflexión acerca de las formas de inserción de este enfoque en el campo institucional, en especial en el sector salud, que constituye en ese momento más del 40% del mercado ocupacional de los trabajadores sociales (Hernández y Ruz, 2005: 91).
El Trabajo Social, en la mirada de la Reconceptualización, da énfasis a la persona y no al problema, colocando fuerza en la realidad, cómo los sujetos vivencian sus problemas y en la acción superadora de situaciones.
Alvariño Marín (n/d) expresa que “A los enfoques, métodos y técnicas y funciones tradicionales se opusieron nuevas ideas, muchas de las cuales no llegaron a concretarse. Algunos elementos, sin embargo, surgieron con bastante claridad. Al trasfondo más o menos intuitivo que guiaba la práctica, se opuso un cierto rigor científico. A la atención del individuo, la capacitación de masas. A la pasividad y la rutina, la agresividad creativa. A la neutralidad política, el compromiso con la liberación del hombre” (83).
Luego del gobierno de Eduardo Frei Montalva y sus ciertos avances en amplios sectores populares. A principios de los años 70, con el inicio del Gobierno de la Unidad Popular, se da una radical politización de la sociedad y de la acción profesional dentro de las ciencias sociales, dejándose muchas veces llevar por la efervescencia popular y de la esperanza de un cambio social, que se estaba levantando experimentalmente.
En el Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular, de diciembre de 1969, aprobado por los partidos Comunista, Socialista, Radical y Social Demócrata y el Movimiento de Acción Popular Unitaria y la Acción Popular se expresaba lo siguiente a modo de diagnóstico situacional:
Chile vive una crisis profunda que se manifiesta en el estancamiento económico y social, en la pobreza generalizada y en las postergaciones de todo orden que sufren los obreros, campesinos y demás capas explotadas, así como en las crecientes dificultades que enfrentan empleados, profesionales, empresarios pequeños y medianos y en las mínimas oportunidades de que disponen la mujer y la juventud (1969: 3).
En Chile las recetas “reformistas” y “desarrollistas” que impulsó la Alianza para el Progreso e hizo suyas el gobierno de Frei no han logrado alterar nada importante. En lo fundamental ha sido un nuevo gobierno de la burguesía al servicio del capitalismo nacional y extranjero, cuyos débiles intentos de cambio social naufragaron sin pena ni gloria entre el estancamiento económico, la carestía y la represión violenta contra el pueblo. Con esto se ha demostrado una vez más que el reformismo es incapaz de resolver los problemas del pueblo (1969: 4).
Teniendo esta mirada de la realidad chilena, los cambios se hacen urgente si bien en forma paulatina, hay y existe un convencimiento de la necesidad de lo mismo, por tanto, desde el primer día de gobierno de la Unidad Popular ese fue el sello y el Servicio Social no quedo ajeno, pues además en su propio seno había una fuerte discusión entre reconceptualización versus reorientación.
Servicio Social en nuestro país ha nacido en el contexto de un capitalismo dependiente y por tanto, ha tratado en todas las épocas de armonizar los intereses de clase manteniendo el sistema de dominación de la clase burguesa, paliando las necesidades de las grandes mayorías, armonizando la lucha de clases y en suma manteniendo la situación de status quo imperante; de allí que haya tenido primeramente una actitud caritativa, posteriormente asistencialista y después siguiendo la línea del Imperialismo Norteamericano, desarrollista (Olivares, Olivares y Aragón, 1973: 153).
El Método Único surge en la Escuela de Servicio Social de la Universidad de Concepción (Chile) proponiendo como objetivos la transformación social y señalando cuatro grandes funciones para la profesión (función de educación social, función de investigación social, función de planificación social y función asistencial), si bien rompe con la tríada clásica (caso, grupo y comunidad) en cada función se establecen un conjunto de pasos metodológicos reproduciendo un etapismo que, basado en el pensamiento formal-abstracto, no logra romper con el positivismo y profundiza la diferenciación entre teoría y práctica.
El proceso de lucha, critica y transformación se manifiesta en acciones tácticas y estratégicas según el proyecto global de la clase obrera para lograr históricamente la participación, la gestión, la planificación y la administración de su destino por los sujetos mismos del proceso (Pizarro de Palma, Jofre, de Paula, Quiroz y Leiva, 1972: 56).
En el medio de la vorágine de discusiones teóricas y prácticas al interior del Trabajo Social, los estudiantes y profesionales se implicaron en diversas acciones que impulsaba el gobierno popular de Allende Gossens, por ejemplo, salud, educación, capacitación y formación entre algunas.
Otras de las acciones importantes realizadas en el ámbito de la “emergencia” fue la partida desde la Estación Central, en febrero de 1971, del Tren de la Salud con destino a las provincias de Cautín, Malleco y Arauco, internándose en ellas a través de sus ramales ferroviarios. Portaba un equipo completo de profesionales que trabajarían intensamente durante 35 días: médicos, enfermeras, abogados, sociólogos, constructores civiles y psicólogos, los cuales se integrarían a las comunidades rurales más pobres, tanto para resolver sus problemas de salud, como para realizar tareas vinculadas a la alfabetización, construcción de viviendas, agua potable disposición sanitaria de las excretas, entre otras (Illanes, 2010: 479).
Con el proceso de la reconceptualización fuertemente influenciado por los profundos cambios que se estaban sucediendo tanto en el país como en América Latina, el Trabajo Social se encuentra en una división entre los profesionales que apoyaban este proceso a partir de sus escuelas y quienes defendían el pasado de la profesión, liderados por el Colegio de Asistentes Sociales, quienes no se oponían a los cambios pero no estaba de acuerdo con los cuestionamiento a los avances de la profesión.
Pero una definición ideológica visionaria, racional, critica sobre la base de cambiar un sistema por otro (socialista) esa es la gran definición, que debe plantearse en todo ámbito, con una actitud amplia en la discusión ideológica derivada de la lucha de clases de la cual nuestro colegio no puede estar ausente, dejando su actitud cerrada y amiguista para transformarse en el motor que oriente la definición ideológica planteada (Olivares, Olivares y Aragón, op.cit.: 156).
Hasta 1973 en Chile, existían 11 Escuelas de Servicio Social, cerrando la mayoría, dos de ellas no volvieron a funcionar, las de Arica y Osorno, otras después de un largo proceso de restructuración se fueron reabriendo con el tiempo pero en otro contexto.
Hace menos de cuatro décadas atrás que la formación de la profesión en Chile, en su momento, se encontraba representado, y porque no decirlo, llevaba la vanguardia, en la lucha teórica por el Trabajo Social y el proceso reconceptualizador de la carrera; es recién en esa época se pudo soltar la mochila que la denominaba popularmente como “la visitadora social”, para ser reconocida por las personas con quien se interactuaba.
A partir de septiembre 1973, el Trabajo Social se ve afectado principalmente por la restricción a los derechos políticos y por las características del nuevo modelo económico a implementar. Al asumir el Estado un rol subsidiario, se restringe el campo profesional por la reducción del gasto público, y muchos profesionales se ven afectados por el desempleo y la persecución política.
Quienes tienen militancia política de izquierda son perseguidos, y muchos deben abandonar el país en calidad de exiliados. Se intervienen las Universidades y las Escuelas de Trabajo Social se ven afectadas por la pérdida de profesores, reestructuraciones curriculares y, en algunos casos, cierre de Escuelas.
Los sucesos post golpe militar refuerzan esa división: mientras los trabajadores sociales reconceptualizados, en tanto portadores de una nueva postura profesional y militantes de los partidos populares, son reprimidos, cesados en sus puestos de trabajo, expulsados de las universidades, detenidos, torturados, asesinados y exiliados del país, quienes mantienen las posturas del viejo Trabajo Social declaran su adhesión al nuevo régimen de facto y justifican la represión a sus colegas (Hernández y Ruz, 2005: 96)
Luego del golpe militar de septiembre de 1973, el Trabajo Social chileno queda en las siguientes condiciones objetivas:
Retrotrae al Trabajo Social a condiciones similares a las existentes en la década de los treinta.
a. Se prohíbe el trabajo con grupos y comunidades. Paralelamente se prohibieron las visitas domiciliarias.
b. Cierre de escuelas, entre ellas la de la Universidad de Chile. Referido a esto, se le quita su carácter universitario al no requerir la licenciatura.
c. En el marco de represión y control social, los profesionales del Servicio Social son perseguidos por la dictadura militar, en ese contexto existen al presente 14 Detenidos Desaparecidos, 4 Ejecutados Políticos y 2 por Violencia Política.
Lo que intentamos decir es que las nuevas generaciones de trabajadores sociales tienen el desafío de inventar su propia reconceptualización, sin vivir como un trauma su ruptura con los modelos, ese movimiento que aún se enseña en muchas escuelas del país, rescatando de ella su ética del compromiso, su apertura epistemológica y teórica, su capacidad para imaginar métodos y modelos técnicos (Ruz, 2016:116)
Seguramente, para un sector relevante de los profesionales, estos acontecimientos no signifiquen mucho. No sería casual, ya que en nuestros procesos de formación profesional, aun con diferencias entre las escuelas a lo largo del país, prevalece una tendencia mucho más eficaz que la censura: la desmemoria.
Y la memoria es un proceso fundamental, no sólo porque podemos resignificar el pasado, sino además (re) pensar el futuro; es decir, esta resignificación del pasado exhibe la posibilidad de ver lo que fueron las dudas, los errores y también lo positivo, pues solo consta el pasado y el futuro, porque el presente siempre es transitorio.
Bibliografía:
1. Agurto, J., Cabrera, E., García, S., Ortiz, M., y Rivas, G (1970): Origen y Realidad del Trabajo Social, Tesis para optar al título de Asistencia Social, Universidad de Norte, Santiago de Chile.
2. Hernández, J., Ruz, O (2005): “La Reconceptualización en Chile”, en N. Alayon (ed.): Trabajo Social Latinoamericano. A 40 años de la Reconceptualización. Argentina, Espacio Editorial. (1ª Ed.).
3. Illanes, M (2010): En el nombre del pueblo, del Estado y de la ciencia. Historia Social de la Salud Pública. Chile 1880/1973. Santiago, Ministerio de Salud. Segunda Edición.
4. Olivares, H., Olivares, I., y Aragón, M., (1973): Algunas consideraciones sobre el proceso Revolucionario Chileno y la participación del profesional de Servicio Social en el. Tesis para optar al título de Asistente Social, Sede Antofagasta, Universidad de Chile.
5. Pizarro, E., Jofré, M., De Paula, V., Quiroz, T., y Leiva, C. (1972): ¿Qué es Trabajo Socia? Escuela de Trabajo Social UCV, Universidad Católica de Valparaíso, Editorial Universitaria, Santiago.
6. Ruz, O (2016): “Reorientación y Reconceptualización del Trabajo Social en Chile”, en P. Vidal Molina (ed.): Trabajo Social en Chile. Un siglo de trayectoria, Ril Ediciones, Primera Edición.