16 de agosto de 2011

Soy de esa generación...

Yo soy de la generación
Que creció a compás de marchas
La que vivió la avalancha
De la mordaza y rigor
Esa que un poco mayor
Pateó piedras en las calles
Y que a pesar de pesares
Supo de lucha y amor

Somos parte de una generación, de la cual en estos tiempos, se habla poco. Somos como todos o quizás solo nombres que pocos conocen, pero fuimos muchos que confiados y decididos nos integramos a otro nombre que convocó a cientos: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.

Quienes militamos después del 80, lo hicimos guiados por la rica historia de lucha y combate del MIR y de los miristas. Nuestras nociones elementales estaban regidas por el valor ético y digno de muchos caídos y la oposición consecuente a la Dictadura. El amor a la libertad y a la justicia nos bastaba para sentirnos parte de la lucha e identificarnos y militar. Por ello, en estos tiempos, en que muchos  compañeros recuerdan la fundación del MIR, el período pre-revolucionario de Allende, el golpe militar y los años más duros de la dictadura militar, encontramos que son escasos los que se refieren a nuestra generación como parte de la historia mirista y más escasos aún los que abordan el tiempo de las protestas, las crisis internas y el advenimiento de los gobiernos “elegidos”.

Corrían los años 80, la experiencia político-militar en Neltume, pese a su aislamiento y aniquilación, se transformaba en un ejemplo para continuar la lucha. La irrupción de vastos sectores populares a comienzos del 83, nos estimulaba a no decaer y a redoblar los esfuerzos. La seguidilla de acciones militares y milicianas entre el 79 y el 82 era un aliciente que demostraba que la lucha era posible. El triunfo de los sandinistas, que ratificaba que ninguna de sus tendencias tenía por si sola la razón, nos señalaba los caminos futuros. La muerte de hombres y mujeres nos inspiraba para seguir su ejemplo amen del inmenso dolor que nos causaba. La muerte de milicianos y después de muchos anónimos en las protestas populares que ofrendaban su vida por gritar Pan, Trabajo, Justicia y Libertad y el Chile no se rinde caramba, embargaban nuestras vidas para no separarse de nosotros y de nuestra acción.

Ese era el espíritu que nos guiaba y ese espíritu determinaba nuestro quehacer en las poblaciones, universidades y liceos. Ya sea en la JRME, en las milicias móviles o en los sectores sociales a los cuales intentábamos orientar a asumir todos los desafíos de la lucha antidictatorial. No teníamos mucho que perder, pero con nuestra decisión y arrojo aspirábamos a alcanzar libertades y un mejor futuro. El rojo y negro teñía nuestras vidas de amor y rebeldía.

Quizás en la vorágine de los acontecimientos, guiados por nuestras rebeldías, con las certezas de que si no se lucha no se triunfa, no nos abocamos a la reflexión de los problemas de la estrategia y la táctica.

Quizás, al estar armados de nuestras esperanzas no evaluamos las experiencias de Neltume, los levantamientos populares, los golpes represivos, los planes político-militares o las campañas. También es probable que ello lo delegáramos en los más experimentados, los más conocedores. Por ello nos sorprendió la fragmentación, y seguramente ante el dolor provocado y como intento de aminorarlo, nos hicimos eco de prejuicios hacia quienes habían sido nuestros compañeros, que visto hoy con la distancia que otorga la madurez del tiempo, también nos duele.

Luego, fuimos actores y testigos de la desintegración, de la perdida de muchos compañeros, de la creciente disminución de capacidad militar y miliciana, observamos con impotencia los acuerdos negociados entre la dictadura y sectores de la oposición “democrática” y con impotencia vimos también, que nuestros vínculos sociales se debilitaban sin comprender las causas de fondo.

Eso es parte de nuestra historia como generación, y nosotros como miristas, al igual que muchos, estamos orgullosos de nuestra historia, llena de pasión por cambiar el mundo. Quizás, podríamos ser los más duros críticos del MIR, pues nos correspondió “habitarlo” en medio de la represión, debilitadas sus capacidades de formación, practicas “verticales” y conspirativas como consecuencia de la política de exterminio desatada por la dictadura.

Percibimos, enormes esfuerzos de muchos, pero no suficientes para superar implementaciones artesanales de muchas políticas, incluida la miliciana y militar. También podríamos ser extremadamente duros con aquellos que entonces nos alentaban a seguir y hoy han renunciado a su propia historia, a nuestra historia. Podríamos criticar con rabia a las direcciones de todas las fracciones por su incapacidad para explicarnos los motivos de la división y sus consecuencias.

Pero creemos que no se trata de responsabilizar a otros por los errores de todos. Cierto que unos tienen más responsabilidades, mas historia que otros, ocupábamos niveles orgánicos distintos. Las direcciones, los que sobrevivieron tienen la palabra, si quieren hacer uso de ella, de ellos reclamamos transparencia y consecuencia. También es cierto, que muchos de nuestra generación fueron cooptados por el sistema, algunos  andan en búsquedas de espacios donde transmitir su experiencia y los más transitan los caminos de la apatía.

El mundo de hoy es distinto... el Chile de hoy es distinto, los pobres del campo y la ciudad se acrecientan. La construcción de alternativas para un Chile justo y solidario requerirá aprender de las lecciones que deja la experiencia del MIR. El camino es largo, la tarea por la cual cientos de militantes dieron sus vidas continúa vigente, las injusticias aún golpean sobre amplios sectores de nuestra sociedad. Los cambios registrados en el mundo y en nuestro país, imponen formular un nuevo paradigma para cumplir los sueños pendientes, ese es el desafío, hacia allá nos orienta el futuro.


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