“Los pobres no tienen esa condición por herencia ni por naturaleza,
sino porque hay injusticia social en esta tierra “(Pierre Dubois)
sino porque hay injusticia social en esta tierra “(Pierre Dubois)
Conmovidos
nos enteramos de la muerte del sacerdote francés-chileno Pierre Dubois, símbolo
poblacional en la defensa de los Derechos Humanos durante la dictadura militar
de Pinochet. Falleció a los 82 años, no pudo llegar al 55 aniversario de su
querida, amada y hermosa La Victoria.
La
historia de la población La Victoria es la historia de millones de chilenos en
el último medio siglo: lucha por condiciones de vida dignas, compromiso con la
causa de las izquierdas, las ilusiones depositadas en el gobierno de la Unidad
Popular, la represión desencadenada por Pinochet, la lucha sacrificada de la
resistencia popular contra la dictadura militar.
Pierre
Dubois nació en el norte de Francia, y se hizo sacerdote diocesano. Al servicio
del pueblo y siguiendo el ejemplo de Cristo, pisó tierra chilena por primera
vez en 1963 y se unió a la Juventud Obrera Católica. Su palabra llamaba al amor
en acciones colectivas, a no actuar solo, fomentando el desarrollo de la
comunidad como método de lucha y superación.
Él llegó a
La Victoria a forjar esos valores cuando, tras el golpe militar, los párrocos
de la población debieron abandonar el país, y Pierre volvió de Francia para
sucederlos. Siempre al lado de los más pobres, caminando por las calles de
tierra, organizando los comedores populares, las colonias urbanas, acogido en
los hogares populares.
En ese peregrinar
conoció a André Jarlan. A mediados de febrero de 1983, Pierre se instaló a
trabajar en la Parroquia Nuestra Señora de La Victoria, abrigando la
solidaridad y la preocupación por el otro, como armas de fe para derrocar el
régimen militar. En los días de protestas, mientras Jarlán se ocupaba de curar
a los heridos, Dubois salía a las calles, agitando los brazos en medio de gases
lacrimógenos, instando a los pobladores para que no lanzaran piedras y
expulsando a gritos a los efectivos policiales.
“Te recuerdo entre los gases y las fogatas en 30 de octubre con Avenida
La Feria, toda la gente pecho a tierra y tu caminabas y caminabas intentando
hablar con los uniformados… te veo caminando entre la línea férrea detrás del
Cementerio Metropolitano, tapándote la boca para evitar los gases… ¿A quien
fuimos a dejar?, a Andrés o Miguel, no recuerdo aquello, sólo que tuvimos que
saltar las murallas en construcción hacia atrás, lugar donde había un gran
cantidad de Carabineros y tanquetas”
Eran las
8:00 de la mañana en la población La Victoria de la comuna de San Miguel, y con
una misa celebrada por los padres André Jarlán y Pierre Dubois, comenzó el
primer día de la jornada nacional de protesta pacífica. El llamado del comité
organizador era no mandar a los niños al colegio, tocar cacerolas y reunirse en
comunidad. Ocho personas murieron durante esa jornada.
El 4 de
septiembre de 1984, un grupo de Carabineros seguía a un grupo de periodistas
que corrían a refugiarse a la casa de los curas, en donde André Jarlán leía su
Biblia después de una jornada de protesta nacional en la que había atendido a
varios heridos. Dos balas impactaron la humilde capilla de madera, ubicada en
Ranquil. Pierre corrió al segundo piso llamando a André. Pero éste no le
contestó. Un proyectil en el cuello dejó su cabeza reposando eternalmente sobre
el salmo 129. Hojeo la Biblia para revisar el salmo 129 y rescato unos
párrafos:
“Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto.
Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto.
Esa noche
de 1984, los Carabineros intentaban ingresar, una y otra vez a la humilde
población, donde la noche resplandecía por decenas de fogatas. Las balas, el
silencio, el helicóptero iluminando con su potente foco. La muerte… las velas
al medio de la calle… las campanas al viento. ¡Han matado a André! Silencio,
silencio, rabia, impotencia… una muchedumbre armada de decisión y coraje camina
en medio de la oscuridad hacia la Comisaria de Carabineros. Un mar de piedras
trona en el techo, gritos que no paran, y nuevamente silencio.
"Me parece que como han muerto tantos, que muera un sacerdote
también, está bien. Nosotros debemos morir con el pueblo", dijo un emocionado Cardenal Raúl Silva Henríquez a un periodista en
aquellos aciagos días.
En
septiembre de 1986, y horas después de la acción guerrillera contra Augusto
Pinochet Ugarte, Pierre Dubois fue detenido junto a dos misioneros
franciscanos. Seguro que el entonces subsecretario del Interior, Alberto
Cardemil Herrera, envió a Cancillería su ficha junto a las de los sacerdotes
franceses Jaime Lancelot y Daniel Caruette, para la expulsión del país.
Mi hermana
recuerda:
“Nunca olvidaré su renoleta por las polvorientas calles de la
población... Como los niños salían a tu encuentro... Como eras escudo de
pobladores durante las protestas... Como no recordarte golpeado por la muerte
de André Jarlán... Como arrebatabas a jóvenes de las manos de Carabineros...eres
y serás uno de los mejores seres humanos que conocí... Nada te detuvo...
Hiciste de tu misión en la Iglesia una acción social permanente”...
Pierre
Dubois les enseñó a los pobladores a unificar sus fuerzas, llevando la palabra
de la no violencia como bandera de resistencia.
"Bendito sea Dios que no nos dio pobreza de conciencia, bendito sea
Dios que nos mantiene vivos a pesar de tantos lumazos, tantos gases, tantos
balines, tantos perdigones, tantas balas, tanto desprecio. Bendito sea Dios que
hace posible que la vida y el amor crezcan donde se siembra muerte y odio.
Bendito sea Dios que hace posible la participación y la organización donde se
busca atomizar y reprimir", pregonaba en sus
misas.
No cabe
duda que Pierre ya está acompañado por Andrés Fuentes Sepúlveda y Miguel Ángel
Zavala -dos jóvenes de La Victoria muertos por balas disparadas por agentes del
Estado en esas noches de terror de la dictadura- y está para siempre con André Jarlán,
su fiel compañero.
Pierre
Dubois, será La Victoria del Pueblo.
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