5 de mayo de 2016

Pierre Dubois: recuerdos de la dictadura

“Los pobres no tienen esa condición por herencia ni por naturaleza,
sino porque hay injusticia social en esta tierra “(Pierre Dubois)
Conmovidos nos enteramos de la muerte del sacerdote francés-chileno Pierre Dubois, símbolo poblacional en la defensa de los Derechos Humanos durante la dictadura militar de Pinochet. Falleció a los 82 años, no pudo llegar al 55 aniversario de su querida, amada y hermosa La Victoria.
La historia de la población La Victoria es la historia de millones de chilenos en el último medio siglo: lucha por condiciones de vida dignas, compromiso con la causa de las izquierdas, las ilusiones depositadas en el gobierno de la Unidad Popular, la represión desencadenada por Pinochet, la lucha sacrificada de la resistencia popular contra la dictadura militar.
Pierre Dubois nació en el norte de Francia, y se hizo sacerdote diocesano. Al servicio del pueblo y siguiendo el ejemplo de Cristo, pisó tierra chilena por primera vez en 1963 y se unió a la Juventud Obrera Católica. Su palabra llamaba al amor en acciones colectivas, a no actuar solo, fomentando el desarrollo de la comunidad como método de lucha y superación.
Él llegó a La Victoria a forjar esos valores cuando, tras el golpe militar, los párrocos de la población debieron abandonar el país, y Pierre volvió de Francia para sucederlos. Siempre al lado de los más pobres, caminando por las calles de tierra, organizando los comedores populares, las colonias urbanas, acogido en los hogares populares.
En ese peregrinar conoció a André Jarlan. A mediados de febrero de 1983, Pierre se instaló a trabajar en la Parroquia Nuestra Señora de La Victoria, abrigando la solidaridad y la preocupación por el otro, como armas de fe para derrocar el régimen militar. En los días de protestas, mientras Jarlán se ocupaba de curar a los heridos, Dubois salía a las calles, agitando los brazos en medio de gases lacrimógenos, instando a los pobladores para que no lanzaran piedras y expulsando a gritos a los efectivos policiales.
“Te recuerdo entre los gases y las fogatas en 30 de octubre con Avenida La Feria, toda la gente pecho a tierra y tu caminabas y caminabas intentando hablar con los uniformados… te veo caminando entre la línea férrea detrás del Cementerio Metropolitano, tapándote la boca para evitar los gases… ¿A quien fuimos a dejar?, a Andrés o Miguel, no recuerdo aquello, sólo que tuvimos que saltar las murallas en construcción hacia atrás, lugar donde había un gran cantidad de Carabineros y tanquetas”
Eran las 8:00 de la mañana en la población La Victoria de la comuna de San Miguel, y con una misa celebrada por los padres André Jarlán y Pierre Dubois, comenzó el primer día de la jornada nacional de protesta pacífica. El llamado del comité organizador era no mandar a los niños al colegio, tocar cacerolas y reunirse en comunidad. Ocho personas murieron durante esa jornada.
El 4 de septiembre de 1984, un grupo de Carabineros seguía a un grupo de periodistas que corrían a refugiarse a la casa de los curas, en donde André Jarlán leía su Biblia después de una jornada de protesta nacional en la que había atendido a varios heridos. Dos balas impactaron la humilde capilla de madera, ubicada en Ranquil. Pierre corrió al segundo piso llamando a André. Pero éste no le contestó. Un proyectil en el cuello dejó su cabeza reposando eternalmente sobre el salmo 129. Hojeo la Biblia para revisar el salmo 129 y rescato unos párrafos:
“Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto.
Esa noche de 1984, los Carabineros intentaban ingresar, una y otra vez a la humilde población, donde la noche resplandecía por decenas de fogatas. Las balas, el silencio, el helicóptero iluminando con su potente foco. La muerte… las velas al medio de la calle… las campanas al viento. ¡Han matado a André! Silencio, silencio, rabia, impotencia… una muchedumbre armada de decisión y coraje camina en medio de la oscuridad hacia la Comisaria de Carabineros. Un mar de piedras trona en el techo, gritos que no paran, y nuevamente silencio.
"Me parece que como han muerto tantos, que muera un sacerdote también, está bien. Nosotros debemos morir con el pueblo", dijo un emocionado Cardenal Raúl Silva Henríquez a un periodista en aquellos aciagos días.
En septiembre de 1986, y horas después de la acción guerrillera contra Augusto Pinochet Ugarte, Pierre Dubois fue detenido junto a dos misioneros franciscanos. Seguro que el entonces subsecretario del Interior, Alberto Cardemil Herrera, envió a Cancillería su ficha junto a las de los sacerdotes franceses Jaime Lancelot y Daniel Caruette, para la expulsión del país.
Mi hermana recuerda:
“Nunca olvidaré su renoleta por las polvorientas calles de la población... Como los niños salían a tu encuentro... Como eras escudo de pobladores durante las protestas... Como no recordarte golpeado por la muerte de André Jarlán... Como arrebatabas a jóvenes de las manos de Carabineros...eres y serás uno de los mejores seres humanos que conocí... Nada te detuvo... Hiciste de tu misión en la Iglesia una acción social permanente”...
Pierre Dubois les enseñó a los pobladores a unificar sus fuerzas, llevando la palabra de la no violencia como bandera de resistencia.
"Bendito sea Dios que no nos dio pobreza de conciencia, bendito sea Dios que nos mantiene vivos a pesar de tantos lumazos, tantos gases, tantos balines, tantos perdigones, tantas balas, tanto desprecio. Bendito sea Dios que hace posible que la vida y el amor crezcan donde se siembra muerte y odio. Bendito sea Dios que hace posible la participación y la organización donde se busca atomizar y reprimir", pregonaba en sus misas.
No cabe duda que Pierre ya está acompañado por Andrés Fuentes Sepúlveda y Miguel Ángel Zavala -dos jóvenes de La Victoria muertos por balas disparadas por agentes del Estado en esas noches de terror de la dictadura- y está para siempre con André Jarlán, su fiel compañero.

Pierre Dubois, será La Victoria del Pueblo.

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