“El pasado
es siempre conflictivo”, expresa Beatriz Sarlo, la académica y ensayista
argentina que hace pocos meses estuvo en el ex centro de detención y tortura
Villa Grimaldi. Y seguramente tiene toda la razón. Cada vez que es invocado lo
es por las necesidades propias del presente. No hay pasado como tal, sino en la
medida en el que es presentificado, es decir, como asistente favorecido a la
mesa de las discusiones que son propias del presente.
La última
marcha recordatoria por las víctimas y caídos del 11 de septiembre tuvo una
cadena de componentes, que probablemente a muchos nos llamó la atención.
Podríamos afirmar sin temor que fueron dos marchas en una, observe gente
corriendo para llegar al lienzo central, bailarines para acompañar festivamente
la marcha, distancias y espacios vacíos entre los convocados, insuficiente
difusión que se hizo notar en la convocatoria. Y en el acto central entre los
discursos llamando a la unidad y canciones, un pequeño porcentaje de los
marchantes, pues todos los agrupamientos desarrollaron, improvisadamente, sus
propias acciones.
Tampoco
ahondaremos en las diferencias siempre presentes entre los organizadores del
acto, ni en las disputas por liderar la conducción de la marcha, ni en los
altercados previos por las ocupaciones de las sedes de los partidos políticos,
incluido el partido Comunista, ni tampoco nos detendremos en los debates en
torno a los discursos y quiénes los representarían, cuestión que generó serios
conflictos previos a la marcha misma.
Consulté y
consulté entre algunos participantes y nadie entendía nada sobre estas
situaciones que he planteado. Reflexiono “Dime qué discutes acerca del pasado y
te diré qué te preocupa del presente”, podría ser otra sentencia.
El próximo
2013, se cumplirán 40 años del Golpe Militar. Seguramente aparecerá de nuevo el
interés periodístico, acciones conmemorativas, libros, debates y seminarios que
instalarán en el discurso público distintas y diversas opiniones que no hacen
más que explicar y releer en el mejor de los casos, lo que ha significado el
Golpe Militar y la Dictadura para nuestra sociedad.
Cuatro
generaciones han pasado desde esa fatídica fecha, y por lo menos, unas 22
marchas por diferentes rutas. Lo cual señala con claridad que este hito de la
historia nacional no está cerrado como proceso y sus consecuencias –objetivas y
como experiencia subjetiva de los ciudadanos- aún perduran en la sociedad y por
ello, está aún en discusión y revisión.
¿Qué
elementos de la memoria acerca del Golpe y la Dictadura están presentes hoy en
día?
Steve
Stern, historiador y académico de la Universidad de Wisconsin, traza la noción
de memorias sueltas y emblemáticas. Las primeras corresponden al recuerdo de la
experiencia personal y las segundas corresponderían a una memoria colectiva que
permite ser un marco interpretativo de las memorias sueltas. Son las memorias
emblemáticas las que permiten darle un sentido a la memoria suelta, personal e
individual.
Si
seguimos la reflexión de Stern, y reconocemos en las memorias colectivas el
carácter de interpretativas y con capacidad de dar sentido, se hace evidente
que las memorias emblemáticas disputan la hegemonía en el escenario social. Es
decir hay una suerte de competencia por la supremacía, al modo de competencias
que señala Bourdieu en su concepto de habitus y campo. Así las memorias definen
sus relaciones de poder al interior del campo.
Para este
historiador, en Chile, las memorias emblemáticas respecto al Golpe y la
Dictadura se componen de cuatro variantes: La memoria como salvación, aquí la
idea es de un trauma vivido antes del Golpe militar durante la Unidad Popular
en la que la idea de una inminente guerra civil es “defendida” por el
advenimiento de la intervención militar. Una segunda memoria es opuesta a ésta,
en tanto es una memoria que tiene como idea central al trauma, puesto en la
experiencia de la dictadura con el terrorismo de Estado como práctica que
interrumpe las vidas de los sujetos dañándolas para siempre. Una tercera
memoria, es la de los valores que se ponen a prueba en la Dictadura, es muy
cercana a la anterior, pero no es necesariamente de personas afectadas por el
terrorismo de Estado sino de quienes se sienten interpelados éticamente tanto
desde la violencia de la dictadura, como de las violencias ejercida por grupos
de izquierda. Por último la memoria como olvido es la cuarta memoria
emblemática que está más cerca de la primera, en tanto es mejor no hablar, el
Golpe militar y la Dictadura son vistos como problemas peligrosos. Stern llama
a esta memoria “caja cerrada” que sí se abre es altamente peligroso, es la de
una amnesia voluntaria, pero que a la vez esta cargada de memoria.
Estas
cuatro memorias actúan en el espacio de la memoria colectiva disputando la
centralidad de su versión de la experiencia del pasado, del discurso que portan
y de los significados que quieren relevar al resto de los grupos, comunidades y
por ende, de toda la sociedad.
Hoy en
día, el movimiento social tiene dificultades para encontrar sus sueños y señas
de identidad que permitan movilizarse masiva, transversal y profundamente. En
una sociedad conservadora como la chilena, que conoció 17 años de dictadura, el
tema de la memoria de las luchas y la represión es uno de los hilos históricos
interrumpidos, necesario de reconstruir por y para las nuevas generaciones.
Pero también mirando hacia el futuro con una acumulación de experiencia, de
memoria y de historia como una gran mochila cargada de sueños y esperanzas.
Son nuevas
generaciones, con viejos sueños y con nuevos protagonismos que rejuvenecen esta
resistencia al olvido y al desencanto político, fruto de las luchas de los
Mapuche en el sur del país, que ajustan sus exigencias por el derecho a sus
tierras con las luchas por la reforma agraria durante décadas pasadas. El
movimiento estudiantil, ya no como un actor secundario sino como principal
tanto a nivel de protesta como de propuesta.
Caminando
hacia los 40 años, propongo desde ya, que la próxima marcha parta desde el
Memorial del Detenido Desaparecido y Ejecutado Político hacia Los Héroes,
finalizando con un gran acto central, unitario en la forma y en el fondo… desde
la muerte a la vida, Volveremos..., nos decía una vieja y concientizadora
canción.
Tvetan Todorov, historiador y filósofo búlgaro, nos expresa en sus
reflexiones que “la sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener
memoria. La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los
grupos constitutivos de la sociedad; por eso, puede ser utilizada por ese grupo
como un medio para adquirir o reforzar una posición política. Por su parte, la
Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia),
sino con la verdad y la justicia como único imperativos”.
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