La Persistencia de la (Des) Memoria
En recuerdo de Olivia Saso,
no olvidaré tu lección de esperanza
ni los sueños de Cecilia
no olvidaré tu lección de esperanza
ni los sueños de Cecilia
En nuestro
país, cada cierto tiempo brotan discusiones respecto al pasado que confirman
que existen y coexisten diversas miradas sobre aquel. El homenaje a Krassnoff y
Pinochet; la apertura del testamento del difunto dictador; las condenas a
Contreras; el Mocito; y los debates en torno a la labor del Museo de la Memoria
y otros sitios que intentan rescatar desde sus misiones institucionales nuestra
memoria frágil y fragmentada lo demuestra.
En el
Chile del siglo XXI, no ha surgido una real discusión sobre la Memoria y
particularmente sobre los sitios, lugares de ella. No olvidemos que uno de los
elementos de resignificación emanados del Informe Rettig, fueron sitios,
lugares, memoriales u actos que fueran en clara reparación simbólica a las
victimas de las más graves violaciones a los Derechos Humanos, cometidas entre
el 11 de septiembre de 1973 al 10 de marzo de 1990.
Está demás
insistir en que fue el Estado quien trasgredió de diversas formas estos
derechos humanos, y por tanto, es el Estado quien debe resarcir el daño
causado. Transcurridos 20 años desde aquel informe y otros posteriores, nadie
podría negar la participación sistemática del Estado, a través de agentes,
instituciones y fondos públicos.
Respecto a
la labor del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, el historiador y
premio Nacional de Historia, Sergio Villalobos Ribera, expresó que “la
existencia del Museo representa el deseo de falsificar el pasado, en cuanto se
enfoca en un acontecimiento singular, separado del resto de nuestra historia”.
Podemos
desprender de sus expresiones que la apuesta u foco de atención del Museo de la
Memoria, se centra únicamente en falsear, separar u fragmentar la historia,
como si nuestro historiador relegara las numerosas veces que el Estado chileno
ha violentado el descontento social. Recuerdo acá sólo una, la “Ley de Defensa
Permanente de la Democracia”, más conocida como “Ley Maldita” de 1948.
En este
contexto, no deseo dejar pasar el “Libro Blanco del cambio de gobierno en
Chile”, el cual fue preparado por otro historiador, Gonzalo Vial Correa, a modo
de justificación del golpe militar de septiembre de 1973. Después de dos
décadas de finalizada formalmente la Dictadura Militar, podríamos si concordar
con Villalobos Ribera, que la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte se separa
radicalmente de nuestra historia ya que a diferencia de otros episodios de
violencia política en Chile, ésta buscó mediante la desaparición física y
simbólica, una metamorfosis completa de nuestra sociedad, inaugurando de paso,
un modelo económico voraz e individualista.
Nuestro
historiador Villalobos expresa que el Museo de la Memoria falsea los hechos,
¿Por qué, cuáles serian estos? Parece que también olvidó que el secuestro, la
tortura y la desaparición existieron durante la dictadura. Londres 38, José
Domingo Cañas, Nido 20, Nido 18, Villa Grimaldi, la Venda Sexy, la Firma,
Cuartel Borgoño, Academia de Guerra Aérea, Colonia Dignidad, Cuartel Silva
Palma y últimamente, el desconocido Cuartel Simón Bolívar 8800. Y estos nombres
y lugares ¿Desde donde aparecen?
En estas
casas, centros de detención, tortura y desaparición final, estuvieron y pasaron
miles de chilenos en distintos periodos. Lugares que con el tiempo se
convirtieron en verdaderos anfiteatros del terror, en los cuales se extirparía
el cáncer marxista y que formaban parte del enemigo interno, sitios donde se
fraguó el poder desaparecedor del Estado. Eran lugares en los cuales - en palabras
del Mocito- no existía Dios.
No cabe
duda que nuestro meticuloso historiador no ha leído el libro “Disposición
Final, La confesión de Videla sobre los desaparecidos”, en el cual, el detenido
dictador asume todas las responsabilidades cometidas por sus subalternos en el
período de la guerra sucia Argentina, tampoco habrá leído “La danza de los
cuervos: el destino final de los detenidos desaparecidos”, ambos textos que
denuncian lo ocurrido en tiempos de dictadura similares en nuestro continente
Los sitios
y lugares de memoria forman parte de nuestro patrimonio cultural en su calidad
de monumento histórico, pero el paso de campo de concentración a sitio de
memoria debería especificar una calidad diferente: su calidad de Patrimonio de
los Derechos Humanos. Seguramente esa es nueva lucha.
La labor
desarrollada por memoriales y museos de memoria, trasciende la reparación a las
víctimas. El conocimiento de los crímenes, sus características, magnitud y
alcances, favorece el proceso de reflexión en torno a los derechos humanos y
permite el inicio de conversaciones públicas y privadas de los ciudadanos en
torno al tema.
En simples
palabras, en estos sitios memoriosos, en el pasado campos secretos de
exterminio y tortura, encontramos hoy estos silencios cómplices que incomodan
al Estado que formaron parte inexcusablemente del Terrorismo de Estado durante
17 largos años.
La
experiencia internacional ha demostrado que tras episodios de violencia, y
especialmente cuando ésta ha sido ejercida por el Estado contra la sociedad a
través de una política sistemática de terror, deben buscarse formas de reparar
el daño causado a las víctimas, no sólo en su reconocimiento sino más
importante aún con claros gestos políticos. Nuevamente rescato a la ESMA y el
gesto durante del gobierno de Néstor Kirchner de sacar los retratos de Videla y
Bignone del Colegio Militar, ambos presidentes de facto y responsables en la
represión en Argentina.
Los ex centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, así como
los memoriales y museos destinados a enfrentar el pasado son apreciados como
sitios de memoria de una manera directa e inequívoca cuando cautelan el mensaje
ético que anima su acción en el presente: NUNCA MAS.
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