7 de junio de 2016

Violencia social: algunas causas posibles.
Últimamente, hablar de violencia es recurrente, en los medios de comunicación, en el café, con amigos y/o al calor de una cerveza. Los encapuchados, los cabezas de polera, los destrozos, y las millonarias pérdidas para el Estado son parte de esos debates.

Pero, qué es la violencia o de donde proviene aparecen como interrogantes que interpelan a quienes se interesan en el fenómeno social, que como sentencia, se encuentra en toda sociedad, incluida las desarrolladas, y por tanto, no es privativa de países como el nuestro, ni exclusivamente de condiciones de pobreza o de inequidades.

Intentaremos mostrar algunas luces para que cada uno construya sus propias conclusiones.

Antes que todo, la violencia, es parte de nuestra experiencia cotidiana. En ocasiones, en forma invisible, su presencia acompaña nuestras relaciones sociales diarias. Podría decirse que circula en nuestro entorno. Nuestra sociedad está atravesada por la violencia, como toda sociedad de clases. Se establecen relaciones de poder entre dominadores y dominados, donde aparece la opresión, el autoritarismo y la discriminación.
La filósofa Hannah Arendt señala que “la violencia puede ser justificable pero nunca legítima. Su justificación pierde plausibilidad cuanto más se aleja en el futuro el fin propuesto. Nadie discute el uso de la violencia en defensa propia porque el peligro no sólo resulta claro sino que es actual y el fin que justifica los medios es inmediato.
Existen disímiles formas de violencia: guerras, asesinatos, torturas, desapariciones, secuestros que en América Latina se conocieron muy bien en tiempos pasado, para las cuales se han buscado diferentes formas de combatirla. Recientemente existe también la violencia intrafamiliar o doméstica frente a la cual nuestra sociedad no ha encontrado caminos de solución suficientes.
La violencia se ha hecho algo cotidiano, al punto que sólo consideramos como tal la agresión física o los atentados contra la propiedad privada, agresiones verbales, "desmanes" en los partidos de futbol, espectáculos, en marchas pacíficas, concentraciones u grandes aglomeraciones de personas; esto lo observamos a diario en los medios de comunicación que al parecer contribuyen cada día más a la violencia.
Sin embargo la sociedad convive con otro tipo de violencia que se desarrolla en silencio y por lo tanto no es noticia: mortandad infantil, desempleo, carencia de buenos servicios sanitarios, salarios míseros, escasez de vivienda, hacinamientos, promiscuidad, falta de remedios. En definitiva, toda la sociedad experimenta la violencia.
Por ejemplo, la violencia doméstica pertenece a la esfera privada de cada individuo, pero no por ello es menos importante.
La violencia se puede definir como el uso de una fuerza abierta u oculta con el fin de obtener de un individuo o grupo lo que no quieren libremente. El tema de la violencia está estrechamente vinculado al poder, toda situación de violencia es una situación de poder. De ahí que la violencia doméstica o intrafamiliar es tan compleja de abordar y por tanto, de erradicar.
Al revisar la manera en que se ejerce el poder en la sociedad lo hacemos desde una concepción jurídica.
Michel Foucault señala que “existen redes sociales en las cuales el poder circula y que el ejercicio del poder se fue modificando a lo largo de la historia. Antiguamente se ejercía el poder sobre la totalidad de la sociedad, pero al complejizarse la red de relaciones hay elementos que se escapan a su control; se hace necesario, entonces, un nuevo mecanismo que controle las cosas y las personas en cada detalle, de esta forma el poder se ejerce sobre el individuo y no sobre el cuerpo social en su totalidad”.
Como en los grupos, en una clase social, en la sociedad existen mallas de poder y cada individuo tiene una localización exacta en esa red de poder. La violencia es un fenómeno sobre el cual experimentamos diversas vivencias.
En nuestro mundo privado, familia y amigos, buscamos por todos los medios evitar que el maltrato circule y nos dañe; pero la violencia se desarrolla en diferentes ámbitos: social, político, económico, y por supuesto, el familiar. Sin embargo, en nuestra sociedad, consideramos a la familia como un reducto de amor en donde nos parece inaceptable la coerción física o psíquica.
La violencia doméstica o familiar no es un problema moderno, pero sólo en las últimas décadas la sociedad parece preocupada por ponerlo de manifiesto y encontrar soluciones.
El término "violencia familiar" hace referencia a una situación de poder y alude a todas las formas de abuso que se dan en las relaciones entre los miembros de la familia; entendiendo por relación de abuso toda conducta que, por acción u omisión, ocasiona daño físico y / o psicológico a otro miembro de la familia.
No debemos de olvidarnos de los medios de comunicación, que día a día ponen frente a nosotros una mínima pero pesada dosis de violencia. Cuando ésta aparece en filmes es sencillo explicar que no es más que una película, pero hay otro tipo de violencia que se ejerce sobre el adolescente, quien en busca de su identidad toma a veces como modelos esos prototipos de violencia para manejarse en el medio social en el que actúa.
Diversos factores pueden influir en esto: el miedo, la vergüenza, etc., manifiestan baja autoestima, depresión y el miedo a no ser queridos, el sentirse culpable de generar la situación en que se hallan.
Hasta el momento hemos cruzado algunas miradas de la violencia entre lo social y familiar pero sin embargo, no es posible obviar la multipolaridad (qué es) que ésta presenta por cuanto a sus análisis se entrecruzan planos que van desde lo biológico y lo filosófico hasta lo polemológico. La violencia contiene y responde a factores biológicos, psicológicos, psicosociales, simbólicos culturales, políticos, éticos e históricos, cuando menos. Por esto cualquier perspectiva que pretenda ser excluyente será unilateral.
Esta puede ser mejor comprendida, si se considera que la violencia es una acción, o un estado de situación, que se genera siempre, y se cualifica de manera exclusiva en el seno de un conflicto. Estos conflictos pueden tener un carácter meramente social o bien se pueden situar en el ámbito de lo político, y esto es cuando la violencia se instala en las prácticas y pautas de la lucha por el poder a través de su ideologización y de su instrumentación.

A mi juicio tres hechos que son tan violentos, incluso más que el uso de la capucha y su accionar, la colusión de las grandes cadenas de farmacias hace unos años atrás y todas las ganancias que aquello implicó; el caso de La Polar y su repactación unilateral y la última pero no menos relevante, la tendencia creciente desde hace algunos años, una especie de conformación de guetos sociales en comunas aledañas a Santiago. Es decir, la política social basada en el subsidio a la demanda habitacional ha logrado cubrirla pero cuál ha sido el costo, barrios alejados, mal diseñados, localización periférica y segregada, sin servicios ni áreas verdes.
No justificando la violencia, el sociólogo Lewis Coser asigna tres funciones básicas a la violencia. La primera dice relación con la autoafirmación del ser, sobre todo en los grupos marginados. Una segunda función de la violencia es como señal de peligro, como termómetro de la desafección social en un determinado medio. La tercera, es la de catálisis: la violencia llama de inmediato a un movimiento de solidaridad en contra de sus comportamientos.

Para finalizar, la violencia es inherente a una estructura social injusta, a un orden social basado en la explotación del trabajo por el capital, en la exclusión y marginación económica, social y cultural de vastos sectores sociales. De hecho la violencia no se reduce únicamente a su manifestación más ostensible, a su forma represiva. Esta última es sólo una vía que permite mantener maniobrando y desarrollándose a la violencia estructural en su conjunto, al capitalismo.

Concluyo con la esperanza de que estos gruesos trazos en torno al tema de la violencia nos permitan ir generando algunas miradas, observaciones diferenciadas a este fenómeno social que se ha venido situando lentamente en la conversación, en la pantalla y en todas nuestras formas de relacionarnos con el otro.

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