“Yo no escribo para agradar ni
tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar”
(José Saramago)
En la ética, el (los) dilema (s) se presentan
cuando debemos elegir entre dos u más alternativas, sin que haya elementos
claros para decidirse por una u otra, al observar en ambas opciones aspectos
positivos y negativos. Y según nuestros valores adquiridos en la vida
escogeremos una de ellas, más allá sí es correcto y/o incorrecto incluso, más
allá, si es verdadero y/o falso.
En ese sentido descrito anteriormente, la memoria
durante el siglo XX se ha venido trabajando desde dos perspectivas más o menos
definidas pero contrapuestas entre sí, una de ellas, la individualidad y otra,
colectiva.
Nos referiremos a la visión de la memoria
colectiva pues la individual cada persona a partir de sus experiencias,
enseñanzas y recuerdos la puede traer al presente.
La memoria se ha estudiado desde la Grecia
clásica pues con ellos se inaugura el “arte de la memoria” a partir de relatos
de los poetas y filósofos, por tanto, era una transmisión, oral con lo cual, ya
estamos dejando algo establecido, el lenguaje es la función fundamental y
constructor para acometer dicho acto.
El relato de la memoria siguió profundizando con
el devenir de la historia de la humanidad, por aquel, pasaron las hazañas de
los romanos, la resistencia de los pueblos contra la opresión en todas las guerras
y conflictos que hubo en la historia.
Además del lenguaje, existen dos complementos que
vienen a reforzar lo anterior, como son las fechas y los lugares. En ese
sentido, cuando se reúnen las sociedades van construyendo sus recuerdos. Dado
lo anterior, Pierre Nora habla de “lugares de la memoria”, porque en esos
lugares se configuran y almacenan los recuerdos (2009).
Según Nora, la memoria es vida encarnada en
grupos, cambiante, pendular entre el recuerdo y la amnesia, desatenta o más
bien inconsciente de las deformaciones y manipulaciones, siempre aprovechable,
particular y mágica por su efectividad.
Por lo planteado hasta ahora, para que exista
memoria también debe existir olvido, por tanto, ambas se relacionan y tienden a
configurar las sociedades, en el sentido de que en la medida que una avanza el
otro tiende a retroceder, cuando la memoria se incrementa el olvido se minimiza
y viceversa.
Acá ya tenemos un buen desafío, y una tarea
fundamental para el presente siglo, avanzar en la memoria para que el olvido
retroceda lo más posible. Necesitamos memorias que comuniquen y narren los
acontecimientos pasados y que no sólo se transmite el hecho, la hazaña y/u la
gesta épica, muy por el contrario, necesitamos rescatar el significado de esos
hechos, los por qué. Es decir, menos exactitud y más reconstrucción de
significante para el grupo, para el colectivo, pues la comunicación de los
significados y sus contenidos permiten dar una cierta continuidad al pasado,
permitiendo que lo de ayer tenga permanencia en la actualidad y por tanto,
aprehender del pasado, algo que todas las sociedades están en deuda.
El conflicto claramente es y será entre memoria y
olvido. Este último se forja a partir del poder de los grupos dominantes y que
por cuya presencia van modificando procesos, acuerdos, compromisos incluso,
obligaciones institucionales. Por tanto, es un olvido impuesto desde los grupos
que generalmente dominan abierta o secretamente las sociedades, pueden ser
gubernamentales, académicas, políticas u eclesiales, en donde a través de las
cuales imponen su punto de vista pues gozan de credibilidad y de poder. Cuando
dicho olvido es impuesto silentemente, el mismo es aceptado y asumido por la
sociedad, aparece la desmemoria y se transita lentamente hacia el olvido social.
Lo anterior, dos grandes pensadores ya lo
plantearon Nietzsche (1874), “es necesario el olvido” y Todorov (1995), “es
necesario olvidar”. No olvidemos que en Grecia se llegó a legalizar a través de
decretos, el olvido. Dicho lo anterior, el olvido social lo utiliza el poder
como mecanismo de control para narrar el pasado, relatar la historia de manera
tal, que ellos son los únicos herederos reales del pasado.
En dicha perspectiva, el olvido es una
desmemoria. Por tanto, nuevamente la tarea es avanzar sobre las enseñanzas de
la memoria. Por tanto, afirmamos, sí el recuerdo se erige sobre el lenguaje y
el lenguaje es parte de la memoria… el olvido se apoya en el silencio.
Seguramente a esta manera de pensar, reflexionar
se refería Orwell cuando planteaba, “quien controla el pasado controla el
futuro; quien controla el presente controla el pasado”.
Pero ¿qué sucede con la memoria en la actualidad?
Donde residen las grandes batallas por la memoria? Una respuesta a la rápida
podría ser la solicitud de cierre del penal de Punta Peuco y/o en el
nombramiento a lugares como Sitios de la Memoria, pero sin recursos ni política
de conservación.
Pero no cabe duda, aun sigue en forma transversal
la ausencia de debate, conversación y/o acuerdo sobre el NUNCA MÁS y todo lo
que implica aquello. Mientras en la espera se siguen vulnerando los DERECHOS de
la infancia, del pueblo mapuche, de los migrantes, de los trabajadores, de las
mujeres y aparecen casos de personas retenidas y desaparecidas por agentes del
Estado en tiempos de Democracia.
Cito a Elizabeth Jelin que plantea lo siguiente
“En el plano personal, últimamente digo que “estoy aburrida de la memoria”, o
que “me quiero ir de la memoria”, porque no me gusta lo que se está haciendo.
Las cuestiones de memoria han invadido el espacio público y el campo de las
ciencias sociales y las humanidades, pero de maneras que no me satisfacen; hay
una banalización del tema. Cualquier cosa puede llamarse memoria, aplicando una
noción de sentido común más que analítica” (2014).
Ahí, el desafío por tercera vez, la memoria
permite conocer, denunciar y atender los atropellos de la sociedad actual, para
evitar su olvido y naturalización, pues recupera las voces silenciadas y las
experiencias de colectivos humanos. Con ese caudal, nos habilita a abrirnos a
otras formas de pensar, resolver problemas y salir de la enunciación en primera
persona.
Para finalizar, “la memoria nace cada día, con lo
que significamos del pasado construimos la realidad en la que nos movemos, y
por la memoria tiene sentido. La memoria nos remite a los orígenes, a lo
fundacional, a lo que se encuentra al inicio de nuestras intenciones, de las
intenciones edificantes de una nación, de una sociedad. Hay que saber qué hay
en la raíz, en el comienzo, para averiguar así si hemos desviado el desviado el
camino, y entonces sabernos conducir, porque cuando se olvidan los principios
se olvidan los fines. Cuando se olvida el pasado el único futuro que queda es
el olvido, y el olvido es la única muerte que mata de verdad” (Mendoza, 2005).
No hay comentarios:
Publicar un comentario