Este sábado 13 regresaron los Dead
Can Dance a nuestro país a finalizar su tour 2012-2013. Se podrían escribir
muchos conceptos y ninguno por sí solo podría resumir la presentación y performance
de la banda en el Movistar Arena… algunos de ellos podrían ser magistral, paz,
elegancia, sublime y misterioso.
Y esto no tiene relación con la
pleitesía de escribir sobre un producto que concluyo una sequía de más de 15
años, a partir de la grabación de su octavo disco 2012 “Anastasis” y su
posterior gira. Debe ser uno de los pocos conciertos que me han dejado tan
perplejo y boquiabierto como el vivido en el recinto del Parque O'Higgins. Fue
una reunión con una magia indescriptible: elegancia, sublimidad, espiritualidad,
magia étnica y profundidad que se fusionaron en un espectáculo notable, con una
escena minimalista, con un juego de luces insinuante y un sonido que estremeció
desde los primeros acordes, que han dado a Dead Can Dance 30 años de historia,
un sitial de privilegio dentro de la música.
La noche era perfecta, escaso frio, poco
antes de las 10 de la noche las luces se apagaron, Brendan Perry, Lisa Gerrard
y su banda de 5 músicos tomaron posiciones, para arrancar con “Children Of The
Sun”, una magnífica entrada a los lindes de la ensoñación y la belleza
trascendental, con esa voz clara, fuerte y poderosa de Brendan llenando el
espacio auditivo.
Luego una muy aplaudida “Rakim”,
donde relució de especial manera el etéreo y brillante dulcimer realizado de
Lisa Gerrard, una nueva dupleta de “Anastasis”, con “Kiko” y “Amnesia” mantuvo
la luz fulgurando de una especial manera, para volver a rescatar otro corte de
culto como es “Sanvean”, y una maravillosa actuación vocal de la propia
Gerrard, que sin duda conmovió a todos los presentes: 5 minutos entre el cielo
y la tierra, arrullados por la voz angelical de la cantante.
Hacer música se trata de lograr que
múltiples y variados instrumentos convivan, de tal manera que se potencien
solidariamente en pro de un resultado mayor, y es precisamente en este rubro
que los australianos aprueban con excelencia, una muestra más significativa lo
constituye “Black Sun”, en donde cada uno de los elementos se complementan en
una perfecta conjunción, para no bajar del clímax auditivo.
Desde ahí en adelante, fue una
avalancha de misticidad, humildad y sobriedad en cada canción intercalada por
la presencia en la voz tanto de Lisa como de Brendan y algunos agradecimientos
en español.
Pasaron creando una sinfonía, muchos
clásicos entre ellos “The Host Of Seraphim”, la cual fue utilizada en el
documental “Baraka”, que narra visualmente la evolución del ser humano, su
relación con el medio ambiente y la fragilidad de la pobreza.
Otro clásico, muy bien recibido por
el público ya que fue una pendiente de la visita anterior, la emotiva “Cantara”,
del tercer disco de 1987, para luego rematar con otro extracto de “Anastasis”,
el tema “All in a Good Time”, uno de los temas que más agradar escuchar por su
simpleza que te lleva a imaginar.
Luego, en medio de otra gran ovación,
Brendan Perry presenta a los componentes del grupo, al equipo de sonido, luces
y roadies, y rematan la jornada con el corte de “Anastasis”, “The Return of the
She King”, que estalló en ovaciones de pie para el grupo cuando el fin ya
estaba consumado.
Una jornada inolvidable y sublime. Cada
uno de los asistentes al show de Dead Can Dance en el Movistar Arena debe
agradecer que el destino los ubicó en ese momento y en ese lugar, ya que muy
pocas veces en la vida se tiene la ocasión de ser testigo de una presentación
que no sólo raye en la exquisitez, sino que sea capaz de llevar al asistente a
un nivel superior, en donde la música sea capaz de penetrar en lo más profundo
de la percepción, acariciando los sentidos y llevándonos a otro espacio
emocional.
Una puesta en escena desprovista
de imperfecciones, cuyo principal atributo radica en la habilidad de establecer
una espiritual conexión, con las 7.500 personas presentes en el recinto,
llevándolos inclusive a un estado de trance tan subliminal, que el cuerpo es
capaz de bajar sus pulsaciones y aguantar la respiración, para no interrumpir
toda la maestría de los músicos presentes en el escenario.
Una presentación que sin
lugar a dudas será catapultada a un lugar de privilegio en el registro de los
mejores conciertos que han pasado por Chile, en donde la estrecha complicidad
de cada uno de los elementos que conformaron el show de los australianos,
hicieron de ese evento, una marca indeleble.
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